miércoles, 3 de diciembre de 2008

¿Y ahora qué? por Joan Ramón Peitx



El cáncer (infarto, paraplejia, etc.) es la ruptura, es la separación, es el distanciamiento entre el cuerpo y el alma (espíritu).

Superarlo es un renacer y es el reencuentro, entre los opuestos entre los cuales se ha somatizado la enfermedad, para alcanzar la “unidad”, en la zona de entendimiento para materializar el contrato vital desde la conexión con uno mismo y su centro.

Que se enfoque así, como una oportunidad, o que se sucumba a través de la aceptación sin lucha y la resignación, solo depende de la posición desde donde se observa la propia vida.

Hay quien no ve más que el infortunio, el destino, el azar, la predestinación y también hay quien intuye o sospecha que puede haber algo más que un proceso duro y doloroso: Un mensaje vital, una lección para aprender, una parada introspectiva o los indicios de un nuevo camino a seguir.

En definitiva se trata de adoptar la postura de victima o la de protagonista y héroe de tu propia vida, que no la dejas en manos del destino y la quieres dirigir tu mismo.

Cuando se nace nos rodean y acogen: Pediatras, Logopedas, Traumatólogos Especialistas en Deambulación, Odontólogos, Podólogos, Médicos de Familia, Formadores, Pedagogos, Maestros, una Familia y unos Padres que presiden todo el proceso de acompañamiento, apoyo, tutela, formación, adiestramiento, etc. Hasta la madurez necesaria para dejar de depender y vivir autónomamente.

Al renacer del cáncer (infarto, paraplejia, etc.) y en especial cuando el especialista que ha conducido el proceso de curación cursa el “alta” y todo el equipo se retira al plano de los controles periódicos, casi no queda nadie, quizá algún miembro del entorno que no ha olvidado, el proceso soportado y sigue viéndote fuera de la “normalidad”, donde te han instalado, para su seguridad, la mayoría que te rodea.

Y así, con el recién estrenado titulo de –superviviente- se está solo frente a una nueva vida, para la que todo el mundo te considera maduro y preparado e incluso se obvian las secuelas físicas o psíquicas, que por no ser patológicas no se tratan, pero están presentes y perduran.

Y solo debes aprender y empezar a “andar” sin que nadie te sustente, te enseñe, te acompañe, te aliente y te guíe en consonancia con los nuevos miedos adquiridos.

Es como si a un recién nacido se le dejara que descubriese por si mismo las respuestas a las preguntas:

¿Quien soy?

¿Dónde estoy?

¿A dónde voy?

¿Qué tengo que hacer?

¿Cómo lo hago?

¿Por donde empiezo?

¿Con que medios cuento?

¿Qué habilidades debo aprender y desarrollar?

¿En base a que tomo decisiones?

¿A dónde me lleva cada decisión?

¿Cuál es mi entorno? Etc.


Más allá del tratamiento.
Más allá de la experiencia sufrida.
Más allá del dolor y la soledad.
Más allá de la zozobra física, emocional, social y espiritual.
Más allá del pasado sin continuidad.

Hay un nuevo futuro que se debe observar, descubrir, interpretar, aceptar y lograr.

Para cuando aparecen las preguntas, o el anhelo del nuevo futuro, existen especialistas (Coach) para acompañar en este viaje y no quedarse instalado en la resignación o la pataleta por el infortunio sufrido.




Joan-Ramón Peitx – Puigcerdà – noviembre 2.008.

miércoles, 29 de octubre de 2008

CAMBIAR EL MUNDO SOLUCIONANDO UN PROBLEMA, por Sergi Vallés


Al redactar un artículo siempre intentamos no repetir demasiadas veces la misma palabra.
No lo conseguiré. Escribiré PROBLEMA 20 veces, sin contar ésta.

Mil veces hemos hecho oído la pregunta "¿Qué prefieres salud, dinero o amor?" Pues que vamos a querer: todo, y porqué no, si nos lo merecemos. Su ausencia nos da muchos problemas y si nos preguntan cuales son los peores, una gran mayoría coincidiríamos en que son, los que no tienen solución. Estos provocan situaciones tan duras y dolorosas que todos los demás problemas desaparecen, o casi, y de un modo espontáneo. ¿No podría producirse esa desaparición espontánea sin que tuviera que aparecer un problema grave? Es fácil pensar que sí, pero quien debe decidirlo es el propietario del problema y casi nunca lo hace.

¿Cuesta tanto que un humano decida que su problema desaparezca? Joder no es tan difícil, no pido un milagro. No digo que desaparezca el hecho que constituye el problema, aunque si lo hace mejor, si no es posible eliminar la causa, pues que siga en nuestra vida, pero que deje de ser un problema, que deje de provocarnos ansiedad, tristeza, frustración o preocupación.

Si no somos capaces solos, tal vez podamos acompañados. Sería más fácil con alguien a nuestro lado, en el maravilloso proceso de encontrar la solución del problema, de cambiar la manera de ver el problema, de hacer las preguntas que nos obliguen a dar la respuesta al problema.

¿Qué cantidad de infelicidad provocan los problemas solucionables en un humano medio que
carece de problemas graves sin solución? Pues entre bastante y mucha. Y casi toda esa infelicidad la provoca un solo problema: el principal.

¿Qué te costaría acompañar a una sola persona en el maravilloso proceso de encontrar la solución de su problema principal, de cambiar la manera de ver su problema principal, de hacer las preguntas que le obliguen a dar la respuesta a su problema principal? Pues entre nada y poco. Y de un plumazo desaparece la mayor parte de su infelicidad.

Teoría del problema principal: Si cada persona invierte entre nada y poco en acompañar a otra persona que recibirá entre bastante y mucho: Todos acompañaremos y seremos acompañados. Sin coste alguno millones de personas serían mucho más felices.

Pero aún quedan los problemas sin solución. No sé que decir ni hacer, pero seguro que millones de personas más felices, serán capaces de acompañar y dar mucho amor a quienes tienen problemas realmente graves y sin solución.

Me falta escribir 2 veces más la dichosa palabra. Pues ahí va eso: Un problema sin solución puede pasar a ser un problema con solución. Si todos lo creemos, se puede hacer realidad.


Sergi Vallés

sábado, 25 de octubre de 2008